Sobre mí

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Mi nombre completo es Roberto-Luciano Barbeito Iglesias, un dato singular, pero en el que, como es fácil deducir, nada tuve que ver. Nací en Carballo, cabecera de la comarca de Bergantiños (A Coruña), a finales del año 1971, de modo que ya no soy tan joven como quiero verme. En Carballo crecí y adquirí mi carácter, entre rumores de pinos, humedad atlántica, motores de automóvil y un trasiego de gentes, bullicioso e inagotable, que frecuentaban a diario el hogar familiar.

Trasladado a Madrid con la excusa de estudiar una carrera, el foro me adoptó, y aquí me establecí.  Correspondí el esfuerzo de mis padres agasajándoles con dos licenciaturas en las que obtuve los máximos honores (entre ellos, el Premio Nacional Fin de Carrera, hecho que antes me avergonzaba manifestar, pero que ahora, con el paso de los años, he conseguido asimilar como algo digno de confesión pública). Hasta mucho después, sin embargo, no pude homenajear a mis progenitores con un doctorado. La estrechez de recursos, la temprana emancipación y, sobre todo, la palabra dada para con otras gentes y otros encargos, retrasaron la ocasión hasta tiempos insospechados.

Me agrada subrayar que soy hijo putativo de nuestro (escasamente desarrollado) Estado de Bienestar. Siempre estudié con becas y ayudas públicas, algunas en dura (pero siempre sana) competencia. Por ello intento corresponder a mis conciudadanos, no solo pagando gustosamente mis impuestos, sino también volcando mi trabajo en pro del bien común y defendiendo lo público, que es lo que a todos compete, porque a todos afecta.

Profesionalmente soy sociólogo y politólogo, ejerciendo de profesor universitario desde hace casi década y media en una universidad en la que me he dejado la piel. El trato con los alumnos, la posibilidad de contribuir a su formación, y la de aprender con ellos, es una satisfacción que lo compensa todo.

Antes dediqué afanes y trajines forjándome en un conspicuo instituto de opinión pública e investigaciones sociales, del que llegué a ser director técnico, y donde fragüé como experto en el análisis aplicado de estas disciplinas. Formé parte de selectos grupos de expertos y también fui colaborador habitual de una histórica cadena de emisoras de radio, en calidad de analista social y político (o sea, tertuliano), codeándome con ilustrísimas figuras de la prensa, política y universidad (unas más que otras). Mis apariciones han sido muchas en otras emisoras, no solo de radio, sino también de televisión, especialmente durante mi primera etapa profesional. En la actualidad colaboro puntualmente con los medios, especialmente escritos, cuando me requieren para facilitarles una opinión experta, o con criterio, como parte de mi labor de fomento de la divulgación del conocimiento sociológico.

Por causa de mi faceta académica he disfrutado intensa y repetidamente de dos hermosas ciudades británicas, investigando en sus correspondientes universidades: Oxford y Dublín (DCU). En mi currículo se indica, además, que he participado en una treintena de investigaciones sociológicas, publicado libros y artículos científicos, organizado congresos y seminarios académicos (nacionales e internacionales), impartido conferencias y charlas variadas en lugares variopintos.

Por añadidura, a día de hoy participo en diversas revistas científicas como editor, asesor o evaluador, y también ejerzo puestos directivos (por elección) en sociedades científicas y profesionales de mi espectro disciplinar. En compañía de algún buen colega (que también los hay), estoy inmerso además en algunos proyectos de investigación la mar de ilusionantes.

He dedicado (y sigo dedicando) mucho tiempo a confrontar la opinión pública (lo que la gente dice que piensa o hace) con la estructura social (las aproximaciones que derivan de los registros estadísticos, las fuentes documentales y la observación). Por ello me considero competente en una nutrida variedad de materias propias de mis disciplinas: familia, educación, juventud, mayores, migraciones, problemas urbanos, instituciones y creencias religiosas, empleo, empresa, empleo, desigualdad social, movimientos y protestas sociales, políticas públicas, medios de comunicación. En estos y otros aspectos presto mucha atención al análisis de las tendencias sociales y políticas, así como a los factores y dinámicas de cambio social. Desde un punto de vista más académico, me intereso asimismo por la metodología de la investigación social y la construcción e interpretación de indicadores y tipologías sociales.

Pese a esas afinidades temáticas, mi línea de investigación principal es, a día de hoy, y después de muchas distracciones forzadas por las circunstancias, el estudio de la crisis de la democracia y su relación con la desigualdad social, en un sentido amplio (economía, educación y comunicación, transformaciones ecológicas, procesos de seguridad ciudadana e internacional). Mi empeño es contribuir, a través de la generación y difusión de conocimientos críticos (o sea, científicos), a favorecer tanto la comprensión como la transformación social por medio de nuevas propuestas de acción política democrática, las únicas que pueden conducir hacia un horizonte de bienestar general.

Dentro de este espectro temático, puedo citar muchos aspectos concretos sobre los que trabajo actualmente: innovaciones democráticas en el ámbito local, liderazgo político, personalización de la política, populismo, tecnocracia, comunicación política, elecciones, partidos políticos y sistemas de partidos, representación política, participación y abstención electorales, nuevos movimientos sociales, movimientos de protesta ciudadana, ideologías y creencias políticas, nuevas prácticas e instituciones políticas, análisis de élites, de redes y de grupos de poder, democracia y medios de comunicación, democracia y tecnologías digitales, democracia y educación, democracia y desigualdad social, democracia, empresa y economía, democracia y crisis económica, democracia, inseguridad ciudadana y conflictos internacionales, democracia y cambio climático.

No milito, ni he militado, en ningún partido político, pero me agradan quienes lo hacen sin arribismo. Pienso que los partidos son necesarios, pero pretender que la democracia se canalice solo, o principalmente, mediante partidos e instituciones representativas convencionales es no comprender los fenomenales desafíos que supone procurar el ideal democrático en nuestra compleja sociedad glocal.

Por supuesto, entiendo, y apoyo, las críticas formuladas contra los partidos, los políticos y las instituciones representativas a raíz de las protestas sociales exhibidas por todo el orbe en la última década. La brecha entre representantes y representados es sin duda una fuente principalísima del deterioro democrático. No obstante, el descrédito de la política al que han llevado las movilizaciones puede tener un paradójico colorario: el de convertirse en campo abonado para quienes menos desean la participación equitativa en la toma de decisiones públicas. Llámeseles autócratas o tecnócratas, pues tanto montan, montan tanto. Unos y otros, enemigos de la democracia.

Aunque no haya militado en partidos, sí me considero una persona comprometida y participativa, pero desde la base: las asociaciones sin ánimo de lucro y los movimientos ciudadanos. Colaboro y he colaborado, siempre que ha sido preciso, y en la medida de mis posibilidades, en empeños colectivos que he considerado justos y útiles con el fin de promover la libertad individual, el bienestar común o la justicia social (porque es la del individuo). No sé hasta qué punto obrar de esta manera es resultado de mi libre albedrío. Más bien me creo prisionero de mi naturaleza, o de mi intelecto, o de mi socialización (aún no lo tengo claro). Cualquiera que sea la causa de esta mi prisión moral, me siento cómodo en ella: tratar a los demás como me gustaría ser tratado, y no tratar a nadie como no me gustaría que me tratasen. Este es el principio categórico por el que me gobierno desde que tengo memoria, sin duda mucho antes de leer al filósofo de Königsberg, pues, aunque admiro a Kant, tampoco diría que soy propiamente un kantiano. Queda dicho.